Literario

jueves, 17 de noviembre de 2011


Chinto Mentiras


¡Cuentame la última Chinto!
Así gritaba un hombre al que por la calle lodosa caminaba como si tuviese prisa.
-¡Dime la última Chinto!. Insistía el que con el torso desnudo desafiaba el calor inclemente de septiembre bajo la sombra de una gran pinguica. Como no lograba lo que quería le llama de nuevo
-¿Pero hombre, por qué tan de prisa?- Gritaba con la clara intención de que el que caminaba zigzagueando por la calle resbalosa, tratando de no caer en los charcos rebosantes que había dejado la copiosa lluvia que hacia minutos había terminado de caer, se detuviera. Quería que le relatara alguna de las muchas anécdotas que tenía Chinto para contar. El aludido sólo disminuyó un poco el paso al tiempo que giraba pausadamente su tez morena y con los dedos de su mano derecha elevó de manera discreta el ala de su sombrero de lona blanco y enseguida agregó
-No hombre, no puedo contarte nada en este momento voy de prisa- El de la pinguica, sorprendido por la respuesta intentó saber el motivo de la premura
-¿Que sucede, cual el motivo de ir tan rápido para el Seguro?
El moreno, después de escucharlo sonrió, lo hizo de manera discreta, aunque llevaba buena dosis de picardía ya que esta tenía de sobra y agregó.
-Sabes lo ordinario que son los plebes- Hasta ahí se la dejó, espero que el bichi le hiciera otra pregunta, intuía lo que vendría, sabía que el de la pinguica mordería el anzuelo o que quedaría atrapado en su propia red y así fue.
-Si son muy ordinarios los chámacos. Lo afirmó, dándole la señal a Chinto de que estaba influido y enseguida otra- ¿Que le pasó a tu plebe?- No había dudas, enseguida, la mirada de Chinto se tornó más picara que de costumbre y contestó- ¡Donde vas a creer, desde temprano tienen internado al más chico, este el motivo del apuro!- No añadió más y espero que el bichi solicitara ampliación de motivos y lo hizo- ¿Que tiene tu hijo, por qué está internado?- La pregunta llevaba toda la ingenuidad que en aquel cuerpo escurrido cabía. Esto era lo que esperaba el mentiroso- Pues que crees, este recabrón se tragó ésta mañana un peso Morelos de plata- Sin preámbulos, sin defensa, envuelto totalmente en el influjo mágico de Chinto, replicó-¿Se le atoró en el galillo?- A Chinto no le quedó duda alguna de que el bichi estaba enredado en su propio estambre y le completó- ¡No, no tiene el peso en la garganta, el problema real es que en lo que va del día sólo ha arrojado dos veintes y un diez!
-¡Cincuenta centavos!- dijó sorprendido el ingenuo- a lo que contestó Chinto- Si solamente cincuenta centavos, me dicen los médicos del Seguro que si no arroja el otro tostón me lo van a operar ya que tiene el riesgo de que le pegue peritonitis.
-Ahora comprendo el motivo de tu apuro, creo que es muy grave el asunto de tu plebe. después de decir lo anterior lo conmina a que apresure el paso de nuevo de la manera siguiente- No te detengas, discúlpame que te embromé, otro día me cuentas la última mentira, estoy apenado por haberte entretenido, picale pá'l Seguro amigo-
El rostro del ingenioso se llenó de alegría, pero para no romper el influjo logrado contuvo la sonrisa que amenazaba con abandonarlo, la detuvo apretando las hileras de sus dientes blancos e inmediatamente aceleró el paso dejando sumergido en un  mar de dudas al de la pinguica y se perdió al fondo por la calle lodosa. Con esta chispa de picardía producto del ingenio que le fluía por todos los poros de su piel, este moreno a causa del intenso sol del campo deslumbró a todos los de Costa Rica, Sinaloa, con esa genialidad quiero recordarlo y, estoy seguro que muchos en el pueblo guardan más de una de Chinto Mentiras.

                            Dr. Nicolás Avilés González


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