Literario

lunes, 22 de agosto de 2011

Se lo llevaron en vilo


Se lo llevaron en vilo...
muchachos...plebes, plebes quiero decirles
que no quiero que mi niño, mi bebé, mi chiquitito se muera.
No quiere vivir, ¡ya no quiere vivir plebes... tengo miedo que se me muera!
Cuatro hombres membrudos se lo llevaron en vilo, hombres de hierro que no entienden de duelos.
Lo hicieron con prisa, lo hicieron sin pena, con una premura que espanta hasta el cielo. Sólo una triste mirada y luego otra al suelo.
De sus flácidos labios cayeron pesadas palabras, mientras sus ojos hurgaban la nada.
Tan sólo recuerdo que dijo ¿ por qué mamá? dime que todo es un sueño. Se lo llevaron de prisa, su fé estaba muerta se la robaron las drogas ¡jamás me di cuenta!
No le veré por tres meses, eso que importa si me he pasado la vida sin verle
llegas... me voy; el trabajo lo exige,
"calienta la sopa, haber que te sirves, me voy hijo mío el trabajo lo exige"
Mi llanto es  de rabia, también de impotencia
¡Quisiera matar al que a mi hijo  vende la muerte! Está en esta esquina, está en la de enfrente, al otro lado del puente, está en todos lados  ¿a quién mato? maldita mi suerte
¡Plebes, plebes, plebes mi hijo se droga, plebes, plebes no quiero que mi chiquitito se muera. Se lo llevaron en vilo...
                        Para tí amiga con toda mi esperanza

                        Dr. Nicolás Avilés González

miércoles, 3 de agosto de 2011

Eldorado nuestro



La tribu Muisca habitó durante el siglo XVI en las riveras de la laguna de Guatavita a la llegada de los conquistadores europeos, este cuerpo de agua se localiza en el municipio de Sesquilé al norte de la cabecera que lleva el nombre del lago. Ésta comunidad se encuentra a cincuenta kilómetros de Bogotá, capital del hermano país de Colombia.
Cuenta la leyenda que los Muiscas para nombrar su nuevo cacique se adentraban en balsas al medio de la laguna, en una de ellas, desde luego que la más suntuosa, iba el que sería ungido. Lo acompañaban los sumos sacerdotes, detrás eran seguidos por una gran corte de principales. El evento iniciaba cuando el elegido se despojaba de su ropaje para ser aderezado con resinas vegetales todo con el fin de que se fijara a su piel el polvo de oro que luego los sacerdotes esparcían por toda su anatomía. Ya cubierto con este tamiz y al recibir los rayos del sol estos se reflejaban emitiendo un bello esplendor que deslumbraba a los que permanecían en sus balsas y también a los que en tierra firme desafiaban el calor para presenciar el trascendental evento en la vida social, espiritual y política de la comunidad. De aquí su nombre: El Dorado.
Después de ciertas alabanzas el caudillo se lanzaba al agua y regresaba a la embarcación hasta que no tenía brillo alguno encima, hasta que se había lavado todo. Esto significaba despojarse de la soberbia, la cual es mala compañera de los que mandan. Enseguida, a manera de ofrenda arrojaban objetos del mismo metal con el  fin de que la diosa de la laguna le diera la sabiduría necesaria para conducir acertadamente los destinos de la tribu. Estas piezas de oro macizo desaparecían inmediatamente de la superficie de las aguas e iban a parar al fondo de la laguna, profundidades que garantizarón su custodia durante siglos. Después de la ceremonia de la iniciación El Dorado o el nuevo soberano iniciaba su largo reinado.

El acto de recepción de poderes se sigue dando alrededor del planeta, sólo que de diferente manera, para nombrar al apóstol de Roma, se reunen los cardenales del mundo y después de deliberar durante varios días de cónclave terminan por dar la noticia con la aparición de humo blanco que sale de las chimeneas del Vaticano, enseguida se escucha el milenario Avemus Papa con lo que queda envestido el nuevo pontífice universal de la Iglesia católica. El objetivo es el mismo, lo que cambia son los métodos; los aborígenes de las tierras descubiertas por la corona española deban un valor simbólico al metal áureo; este no despertaba su codicia, aún no se convertía en el rey del universo para ellos, por lo que no tenía el  valor  material que después tomó y era por esto que lo lanzaban al agua. Los europeos lo veían con un interés diferente, para ellos el valor era material, monetario y por ningún motivo permitirían que se fuera al fondo del lago, es por eso que ya no existe El Dorado. Ya no se tira al agua.
El vaticano, lanza humo, el metal se lo quedan. En lo civil las transiciones se hacen a través de eventos suntuosos, emulando las que se hacían para instalar al nuevo faraón en Egipto, reyes en la Europa medieval, presidentes de las repúblicas que se formarón después de la revolución francesa, zares en la antigua Rusia y jeques en el Medio Oriente. Ahora lo usan de manera suntuosa o de respaldo monetario o simplemente lo embodegan.

Ésta manera de los Muiscas de nombrar a sus gobernantes pronto llegó a los oídos de los del viejo mundo, huestes que campeaban en éstas tierras vírgenes en busca del metal dorado, lo querían para llevarlo a su soberano y así lograr aprobación y favores. Los ejercitos de aventureros al mando del capitán español Gonzalo Jimenez de Quezada, lo buscaban con denuedo inusual y con tal de conseguirlo llegaban hasta la rapiña, ahí nació la leyenda de El Dorado.
Desde 1537 El Dorado se convirtió en un objetivo a alcanzar, seguramente al capitán Jimenez de Quezada no le quedo duda alguna de que lo encontrarían en otros lugares, y pronto se tornó en una obsesión el encontrarlo. Nació la búsqueda incesante, frenética de los sitios que avasallaban a sangre y fuego; buscaban otros Eldorado. Por lo mismo hoy no es raro que varios países tengan su Eldorado, veamos, en la provincia de Misiones de la república Argentina existe uno y fue fundado el 29 de septiembre de 1919 hoy se mantiene de la comercialización de productos de la madera. Tenemos otro Eldorado en el municipio de Sifontes, Venezuela que nació a finales del siglo XIX y está poblado por unos cinco mil habitantes, también encontramos otro Eldorado en el departamento de Mata, Colombia y emergió en el siglo XX, desde luego que los Estados Unidos cuenta con su Eldorado en el estado de Arkansas y los disfrutan más de veinte mil habitantes. Nuestro Eldorado es una población que vio la luz por vez primera en el atardecer del siglo XIX y en los albores del siglo XX por iniciativa de la familia Redo, especialmente por orden del líder del clan don Diego Redo; que decidió producir azúcar de caña en estas tierras vírgenes de el estado de Sinaloa.
Nuetro Eldorado está situado casi a la orilla del mar a 54 kilómetros de Culiacán capital de nuestro estado y se llega a través de un camino pavimentado en un tiempo de recorrido en automovil como de cuarenta y cinco minutos, al dejar ésta cinta asfáltica se continua con un boulevard que te introduce al pueblo y pasa justo al lado de las instalaciones del ingenio de azúcar para luego doblar hacia la izquierda y terminar en las calles retorcidas de ésta sindicatura. Cabe aclarar que si no dejas esta rúa, te pone de frente con una hermosa edificación de adornos sobrios y torres altas con cúpulas que buscar el cielo y difiera francamente de las que existen en el sur del país ya que éstas tienen formas tradicionales. Esta es diferente sin embargo no deja de ser atractiva. Desde luego, que si estás en en centro de la comunidad tuviste que haberte dado cuenta que a lado derecho de la misma calle se erige el motivo de la fundación de Eldorado, allá a principios de los mil novecientos tres en que empezó con su primera molienda de caña. Aún se encuentra en funciones y hasta la fecha en que lo escribo es sustento de muchas personas en la región, generando cientos de empleos directos e indirectos, ya que es alimentado por caña que se siembra en miles de hectáreas que se encuentran cerca de el casco de la ciudad. Eldorado está asentado en una región especial que difiere del clima algo más seco y caliente que predomina en toda la geografía sinaloense. Aquí es húmedo, tanto que permite el desarrollo de una vegetación selvática tropical, de tal manera que cuando lo visites podrás admirar de huanacaxtles, zalates, álamos gigantescos en cualesquier punto de la localidad. Este micro clima madura miles de toneladas de frutales como mango, ciruela, guanábana y a la litche. Fruta traída de China continental por la familia Redo, actualmente es fuente de ingresos muy considerables para muchos lugareños que con amor cuidan de sus huertos.
También te sorprenderá un medio de transporte que se niega a morir, las "Arañas" que surcan de manera lenta, pausada sus calles transportando a los lugareños hasta sus sitios de destino. El escuchar el continuo clack, clack de la espuelas del caballo contra el pavimento produce una sensación placentera que evoca tiempos serenos. Este sonido es una vieja reminiscencia que aún recorre las calles de Eldorado.
La cercanía del mar de Cortez le permite tener excelentes playas como las de Ponce, a las cuales se puede llegar en automovil a través de una carretera debidamente asfaltada. El viaje no dura más allá de un cuarto de hora. Su situación geográfica le permite tener producción de camarón de manera natural y artificial, que se cultiva en grandes extensiones de terrenos convertidos en granjas productoras de éste crustáceo que va a parar a las mesas de todo Sinaloa y de México entero.
Los cultivos, los huertos de mangos, aguacates, toronjas, naranjas, litchies y las granjas de camarón, den certidumbre al pueblo en estos tiempos en que se cierne la amenaza de cierre del ingenio, como le sucedió al ingenio Rosales de su vecina Costa Rica, que entre otras cosas fue por el ingreso de alta fructuosa y más recientemente azúcar refinada que llega a raudales de los Estados Unidos.
Eldorado, es una comunidad viva conformada por gente trabajadora, productiva, bullanguera, retozona, bailadora, alegre, amante de las carreras de caballo, de las peleas de gallos y de jalar la banda por las playas, pos su río San Lorenzo y de disfrutar de los bellos atardeceres en Ponce y en la Puntilla y las Arenitas. Hoy que están tratando de convertirse en el municipio número 19 de nuestro estado, espero lo logren, se lo merecen ¡ Y para orgullo de todos los de Sinaloa tenemos nuestro Eldorado!


Dr. Nicolás Avilés González

lunes, 1 de agosto de 2011

Don Evaristo El Policía


Don Evaristo El policía

Todo el tiempo de quepí y sobre este, un escudo nacional cincelado en bronce que por lo general siempre lucía poco brillante, debajo del escudo, la visera.
¡ Si, a Don Evaristo siempre lo ví vestido de policía!
Enseguida de la visera se percibía un rostro trigeño que según yo, alguna vez fue blanco sólo que, por el intenso sol de estos valles estaba quemado.
La visera se pegaba con unas cejas espesas que por esas fechas estaban entrecanas y bajo de éstas se percibían unos ojos redondos, pequeños, profundos y vivaces, de esos  que hablan por sí solos.

En la tez quemada había una piel espesa, tan gruesa como la de las iguanas vaqueta, que estaba surcada por más de mil arrugas, surcos que le marcaban el rostro, unas venían otras iban, muchas de ellas se encontraban formando equis. Una sobre otra, así como se arrugan los zapatos viejos cuando se abandonan al sol rabioso de mi tierra.

La visera del quepí, el aguila opaca, los ojos redondos y vivaces, las cejas abundantes, la arruga de su piel de zapato asoleado y su pequeño cuerpo encorvado, que siempre estaba enfundado en su uniforme de policía, le daban un aspecto especial.
¡ A Don Evaristo siempre lo ví vestido de policía!

Era corto de estatura más bien chico, enjuto de carnes, tanto que casi pegaba su vientre al espinazo, esto lo hacía caminar con el torso volcado hacia adelante como si el peso de la visera fuera tanto que lo doblaba. Así, encorvado caminaba por todo el pueblo, buscaba ambulantes para cobrarles derecho de piso.
Era inconfundible el caqui del policía ya que sobre el pecho portaba otro escudo, abajo, colgando de la presilla, una leontina de acero inoxidable que descargaba dentro de la bolsa de su pantalón almidonado. Junto a la leontina Don Evaristo llevaba la fornitura y justo dentro de la funda, un revolver que, dada la pequeñez del policía, parecía enorme y más cuando lo empuñaba entre sus manos trémulas, tratando de liquidar perros de los cuales se sospechaba rabia.

Entre buscar ambulantes y eliminar perros , Don Evaristo se ganaba en sueldo dignamente, pero no eran estas sus únicas actividades. Era además un referente obligado en los homenajes cívicos, actos que con mucha regularidad se organizaban por esos entonces. En estos eventos permenecía Don Evaristo, formal y solemne todo el tiempo, lo hacía con la mano sobre el pecho a manera de saludo. Y de verdad que se esforzaba para mantenerse erquido, figura que me recordaba a los soldaditos de plomo con los que jugaba cuando era niño.
¡ Don Evaristo siempre estaba vestido de policía!

Todas estas acciones le valían para conservar el empleo a pesar de que comandantes y síndicos iban y venían, Don Evaristo seguía allí vestido de policía, como si sobre su pequeña humanidad se hubiese detenido el tiempo.
Hoy, cuando paseo por las calles retorcidas de mi Costa Rica, siento su presencia y creo que aún vigila las calles, que camina buscando ambulantes y eliminando perros con rabia.
Aún lo percibo vestido de policía y como que lo veo erguido en los homenajes. ¡ A veces creo que ya está muerto!
¡ Si a Don Evaristo siempre lo ví vestido de policía, Don Evaristo era policía de tiempo  completo!

                            Dr. Nicolás Avilés González