Literario

jueves, 31 de julio de 2014

¿TIENES VACAS?






 
  • Ésta es la solicitud para la placa de mi antebrazo, lo malo es que no está el nombre del médico, sólo su firma. Este era el que me lo  quería cortar.



                                       ¿TIENES VACAS?



¿Tienes vacas? insistió ¿tienes vacas?
 
Le caló hondo, al mismo tiempo  le desconcertó la vehemencia con la que preguntaba, hasta ese momento ignoraba el por qué. La mujer se encontraba confundida, afligida, no asimilaba del todo la insistencia , lloraba de manera callada, al mismo tiempo que con amor sostenía el antebrazo de su pequeño hijo, recién fracturado.
 
¿Tienes vacas? ante lo repetitivo del galeno. La mujer le interrogó 
¿Por qué me pregunta si tengo vacas, doctor?
-Las vas a necesitar,  amerita que le amputemos el bracito, enseguida dio el motivo
- Le puede caer gangrena, la cirugía costará mucho
¿ No me has contestado si tienes vacas?
- Sí, algunas, pero las dejé en Costa Rica- mi madre en su marasmo y a su manera dijo algo para salir del paso, luego agregó:
 
-Tengo tres, sólo que están chicampeanas- seguramente se refería a mis hermanas que por esos tiempos estaban abandonando la niñez. En casa no había de otras, de las que dan leche ninguna
 
-Pues véndelas y lo traes
- Bién, solo acató a decirle al profesional, se despidió con un susurrante- hasta luego
-Que te vaya bien, ah, y no te tardes, la gangrena no es cosa de juego- Insistió
 
-Si, muchas gracias.
Nos retiramos con temor de aquel consultorio del Centro de Salud de la SSA que está junto al estadio de los "Tomateros" en la ciudad de Culiacán. Mi madre no cesaba de lamentarse y de derramar lágrimas, con frecuencia soltaba un llanto ahogado.
Llegando a casa mi padre preguntó
-Qué te dijo el doctor?
-Algo muy malo, me aseguró que necesitaba cortarle el brazo al Nicky
-¡ Cómo, si nomás está fracturado!
-Bueno, eso es lo que me dijo- molesto mi padre ordenó
-Alístate, vamos a Sabinito, Badiraguato, Don Locadio nos los va a componer, ya lo veras mujer. Refunfuñó.
- Que cortar el brazo ni que ocho cuartos
 
En un santiamén estábamos encima de un Ford 51 que consiguió mi padre prestado, íbamos rumbo a las estribaciones de la sierra madre occidental donde se encontraba el sobador, después de muchas curvas dado lo accidentado del camino, mareos y vomitadas llegamos a la casa de rancho, ahí estaba
-Paséenle
-Señor le traemos a mi hijo, dijo mi padre y agregó- Ayer se cayó de una rama de árbol desde entonces tiene esa bola en su bracito- lo decía mientras señalaba con su índice el sitio de desperfecto. Lo llevamos con el médico y dice que tiene que cortárselo.
 
Parsimonioso, aquel anciano me observó sin hacer movimiento alguno, enseguida dijo:
-Déjenme revisarlo- adelante asentó mi madre
 
Tomó mi brazo y de manera pausada, pero segura retiró la venda, luego los cartones que hacían las veces de férula, al descubrirlo notó la deformación en la parte media de mi antebrazo derecho. Recuerdo que tocaba suavemente la piel, mientras me contaba una fabula de los "Pericos bobos"

 Cuando más absorto estaba  escuché un crujido muy parecido al que sonó cuando me caí del pino de donde me colgaba, luego me invadió un dolor insoportable en la zona lastimada, lloré mucho, abrí los ojos, regresé mi vista al antebrazo ¡la bola no estaba!
-Ya está bien Mi'jo-  Colocó de nuevo los cartones a ambos lados de mi antebrazo, luego los aseguró suavemente con la venda
-Gracias- Dijeron a unísono mis padres mostrando un gran agradecimiento
-Aún estaba aturdido
-¿Cuánto le debemos, Don Locadio?
-Hay, lo que me quieran dar
 
Mi padre sacó un billete del bolsillo del pantalón, se la dio en la mano. No sin agradecerle de nuevo lo que había hecho por mi.
 
De regreso de Sabinito, mi madre recordó la propuesta del médico del Centro de Salud de Culiacán. lo que enfureció a mi padre que luego dijo ¡ Que médico tan sinvergüenza!
 
Aunque creía en sobadas, quiso corroborar las resultas del tratamiento, estaba el antecedente de la gangrena, quería estar seguro.
 
-Arréglanos el veliz, no vamos en el tren de media noche a la Clínica Azucarera de la ciudad de México.
Pronto íbamos montados en el tren "Bala" rumbo al centro del país, allá, me instaló en ese nosocomio exclusivo para los azucareros y sus familiares que está en la colonia Polanco.
Enseguida me revisó un traumatólogo
-Tómenle placas de su antebrazo- ordenó con firmeza a uno de los Residentes que lo acompañaban aquella soleada mañana de abril. Desde luego que se refería a rayos X. Al día siguiente la miró detenidamente durante el pase de visita.
- Están alineados los huesitos, póngale yeso, sanará en tres semanas- Mi padre corroboró lo eficiente del jalón de huesos que me dio el componedor.
Con el paso de los días los médicos jóvenes me esculcaron todo el cuerpo encontrándome un defecto de la pared abdominal a nivel inguinal derecho, una hernia, terminaron operándomela. ¡Liso no me vine de la ciudad de los Palacios!
Él de las vacas, se quedó esperando, me alivié de la fractura, de la hernia, conocí México, y aún sigo escribiendo con el brazo completo.
 
                         Dr. Nicolás Avilés González
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario