Literario

miércoles, 18 de septiembre de 2013

LA RABIA

                                



-¿Cuanto me cobra para llevarme al El Fuerte?,  me urge-  decía, mientras la cara de aquel hombre de piel morena se mostraba perlada de sudor, además se acompañaba de un rictus de aflicción
 - Tres cientos pesos, señor
 -Esta bien, aguarde tantito, ahorita vengo- se alejó de prisa y en el pavimento sonaban los guaraches al alejarse del taxi
-Entréguenme a mi niño- exigió gritando. Los médicos encargados del caso estaban sorprendidos por la decisión tan descabellada, imposible salir de aquella sala de terapia intensiva del Hospitalito de Culiacán. Tenia ya tres días en intensa agitación psicomotriz y era imposible egresarlo en esas condiciones.
-No podemos entregárselo se moriría- Aseguró el doctor encargado de la guardia
-No importa dénmelo por las buenas porque sino me lo llevo por la fuerza, ustedes no le han hecho nada por él
-Hemos hecho lo que hemos podido, pero el pequeño no responde su enfermedad es demasiado grave
-Pues, me lo dan o se mueren- Amenazaba con una arma de fuego que saco de entre sus ropas; los médicos se miraron y enseguida dijeron
-Se lo lleva bajo su responsabilidad-
.Claro, es lo que quiero, pero ajilense, lo voy a llevar donde si lo curarán, si lo dejo aquí se morirá sin lucha alguna.
Apenas unos días atrás, el enfermo había jugado con su cachorrito y este le mordió la mano derecha, poco a poco fue cambiando desde ser un niño sereno a la agresividad, falta de apetito, tendencia al sueño, enfadado y con intensos dolores de cabeza, salivación profusa y rechazando beber agua hasta hoy que se encuentra entre la vida y la muerte.
Poco tiempo después apareció la pareja, el padre lo traía en brazos y estaba envuelto en una cobija que lo tapaba de pies a cabeza. Se escuchaba un quejido de dolor que no cesaba. Abordaron en asiento trasero del auto y sobre los muslos de ambos extendieron al enfermito.
-Dele mi amigo, ya nos anda porque lo alivien-
-Señor aceleraré lo que más pueda.
Durante el traslado no dejaba de presentarse los episodios de agitación que consistían en contracturas , quejidos y gritos que se hacían evidentes ante luces y ruidos de los motores de autos y camiones que encontraban a esas horas de la madrugada. Fácilmente se dejaba ver que le lastimaban. después regresaba a su quejido habitual
-Piquele señor, tenemos que llegar a El Fuerte, de ahí iremos hasta el rancho El Realito donde atiende don Eufrasio el curandero; él nos lo va a salvar, pero usted ponga su parte, métale la pata al carro.
-Si señor, si vamos recio- Continuaba la incertidumbre dentro del taxi, el infante continuaba con las  convulsiones, gritos, quejidos y con abundante espuma por su boca, su madre intentaba calmarlo, le hablaba al oído y le sobaba su cabecita con su mano derecha.
Después de tres horas llegaron a la cabecera del municipio alteño del estado de Sinaloa, el conductos preguntó- ¿Pa' donde le damos?- Ya le dije que de aquí nos iremos hasta el rancho-Miró la aguja del marcador, estaba casi vacío el tanque de gasolina.
-Tenemos que recargar combustible, casi no tenemos. dijo el taxista
-¿ Ya no trai nada?- poquita
-Pues vámonos no esta lejos don Eufrasio-
¿Cuánto falta para llegar?
-Unos veinte kilómetros.- aseguró el ranchero
- No llegamos
-Pues ni modo, arrímese a la gasolinera y póngale
Los episodios de agitación se habían espaciado y cada vez eran menos intensos, el quejido era poco audible
 
-Ha que bueno, parece que el niño se durmió, siquiera para que descanse- Lo decía, el chofer con el propósito  de darles animo. Sobre todo porque ya estaba muy tenso por lo que pasaba en el asiento trasero. Avanzaban penosamente sobre la terracería que conduce hasta el Realito. En esos momentos el sierreño le levanta la cobija y revisa la cara del niño, notó inmediatamente la quietud del niño y se percató que ya no respiraba, le levanto una de las manos que cayó pesadamente ya que estaba sin tono, lo estrujo y le habló por su nombre; Remigio, Remigio, Remigio, háblame hijo- El niño no contestó.
- Cual se durmió, nuestro hijo ya se nos murió, no alcanzamos a darle las tomas que lo iban a sanar, píquele pa' atrás, vámonos pa´Caitime señor
 
                                                           Dr. Nicolás Avilés González

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