Literario

martes, 7 de agosto de 2012

las piramides...


                                         

                             Las Pirámides


No creas que me estoy refiriendo a Egipto ni a Teotihuacán. Se trata de un fenómeno económico social que sucedió en la década de los noventas del sangriento siglo XX. Suceso donde se evidenció la ignorancia, la cándides, la maldad y la avaricia, las dos primeras en muchos y las últimas en pocos. De aquí, aquello que reza "Para que la cuña  apriete tiene que ser del mismo palo" Y vaya si no, los Triana, la Chayo, la Alejandrina Águiar y el Nano López eran del mismo tronco; eran de Costa Rica, Sinaloa. Esos son  una parte pequeña de la madeja de involucrados, ya que algo en mi interior me dice que había muchos en esa voraz organización. La gente sabe quienes retiraban las "ganancias" cada semana, los incautos saben quienes sacaban costales repletos de dinero.
Los que estuvieron visibles y los que no, pero que sacaban costales de dinero semanalmente construyeron un sistema criminal de inversiones de tipo piramidal donde el gancho eran fabulosas tasas de interés, además de una toma semanal de tipo voluntaria de las sumas deseadas de modo directo. Te podían regresar el principal, más el seis cientos por ciento si tú así lo decidías. Intereses que asustarían al Manhattan Bank o al Comercial, intereses que quebrarían al mismo banco del Vaticano.
Cabe aclarar, que además de los que se llevaban cuantiosas sumas, había suspicaces que eran los menos y retiraban sus ganancias de manera semanal. La mayoría eran los confiados, los que querían que su dinero creciera como una ola de mar embravecido por lo que reinvertian los intereses con el fin de que engordara Antonia.
La carraca navegaba viento en popa producto de estos inocentes para vendición de los vivales. El negocio arrastró multitudes, a turbas de ahorradores que llegaban de todos los puntos cardinales del municipio de Culiacán y creo que de todo el Estado al pueblo con un sólo objetivo en mente; hacerse ricos.
Todos arribaban con la confianza absoluta que les otorga la ignorancia. No hay gente más segura que la que ignora todo. Venían a multiplicar su dinero. Confieso que me movieron el tapete de la avaricia y por eso más de alguna vez quise salir de pobre.
Y más cuando estuvo la Machela Covarrubias a mi casa. Venia a sacar dinero del cajero automático Banamex para invertirlos a ojos cerrados en las pirámides. Estaba convencida que hacía el negocio de su vida y por esto se animó  a tomar dinero del plástico. Poco después los intereses bancarios se elevaron a 150% anual y, esto que importaba si las pirámides pagaban el 600%. Estaba convencida
Me argumentó de la gran masa de  personas que se estaban beneficiando, me costo mucho trabajo resistirme ya que además me hablo de las bondades y el poco riesgo que existía, del buen corazón de los organizadores. De la honradez del Nano López, de la Chayo y la Alejandrina Águiar, de la seriedad de los Triana y del resto de los que estaban al frente de la trampa.
Tiempo después me di cuenta del interés de la Machela para conmigo, quería asegurar la recuperación de sus pesos, para ello necesitaba al menos seis incautos. Fue tanta su insistencia que de haber tenido dinero en ese momento le entro. Es la única vez que le he agradecido a la vida  estar "piojo". Me la pintó muy bonita la Machela.
Pocos fueron los que finalmente se volvieron ricos; los de siempre, los más vivos... Esto lo saben los del pueblo ¡ Y Vaya que lo saben bien!
La ambición no tenía límites y dado la atmósfera de historietas que se tejieron  alrededor del evento hacía que los inversionistas llegaran como moscas... al pastel. Muchos de estos no tenían liquidez pero vendieron casas, terrenos urbanos y de labranza, joyas, automoviles. Otros, los más "animosos" se encharcaron con créditos bancarios. No importaba nada las pirámides lo eclipsaron todo.
La mecánica para el control de las inversiones, no era nada ortodoxa, más bien era sui géneris. Anotaban las cantidades depositadas en papeles comunes y corrientes. Eran cartoncillos de color y, cuando se les terminaban estos recibos usaban cualesquier papel, incluso en envoltorios de cerillos o el encerado de las cajas de cigarros. En estos anotaban la cantidad  y claro lo que le daba valor y lo convertía en documento era la firma del piramidero que recogía las cantidades. Ya con este en la mano, el feliz inversionista salia tranquilo, sonriente pues ya había puesto sus pesos a producir más pesos.
El negocio duró meses y, fue por la onda expansiva que originó la pirámide, creánmelo que me sorprendió su duración. Fue tan bien montado que hasta los gitanos cayeron en el garlito. Así como escuchó, los "húngaros" también perdieron y esto fue realmente extraordinario, fue "machetazo a caballo de espadas".

El fraude fue monumental, tan importante como la ignorancia y la avaricia de todo un pueblo, fue tan sonado el caso que en el Congreso lo discutieron y estuvieron a un paso de darnos el lugar que honrosamente ostenta Guasave. Si el negocio hubiera durado un poco más nos lo hubieran otorgado por decreto ¡ Bendito trueno del fraude!
Cuando  terminó el camuco, en el pueblo se escuchaban lamentos, amalayas, quejas y muchas lágrimas. No faltó quien creyera que en todo esto metió la nariz el diablo y otros que pensaron que fue castigo divino por la avaricia mostrada por todos. Fueron menos los que cavilaron que fue otra "cosa" y se sonrojaron de vergüenza.
La noticia del quebranto del truco, fue como cuando le enciendes la mecha a un cuete; rápido, muy rápido, más bien fue violento. Con la misma celeridad las personas trataron de recuperar lo invertido, para lograrlo se avalanzaron sobre las sedes que luego saquearon, pero del dinero ni su olor y los pirámideros menos, ya habían volado esos pajaritos. Lo que se hallaron fueron dos computadoras sin usar, las colocaron para darle "seriedad" al sitio, además muchos papeles por doquier, del dinero que era lo que buscaban, nada, pero lo que si encontraron fue un "vergel" de garrotes que como brazo de obispo repartían los ministeriales.
Esta policía llegó en lo que tarda en irse un suspiro; un instante, llegaron a sofocar las turbas que avanzaban sobre las sedes y sobre los bienes inmuebles de los pirámideros para incendiarlos. Asistieron a petición del Cayó Tellez que era el Sindico Municipal, pero a mi gusto los llamó tarde, los pirámideros ya habían huido con gran parte de las inversiones, el resto se quedó en el pueblo, se quedó en manos de los que recogían costales de dinero cada semana.
Señores de Costa Rica, los fenómenos con como las olas, van y vienen, vayan haciendo su guardadito para que lo metan de nuevo y, ustedes los del costal prepárense les viene otra bonanza.

                                        Dr. Nicolás Avilés González









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