EL TATANO
El alias de este sujeto, el cual por sus conductas sexuales erràticas se tornò en su momento el centro de un huracàn de crìticas y de comentarios aniquilantes sobre su persona. Nunca supe si naciò en Costa Rica o llegò de algùn lado como muchos al principio de la colonizaciòn, pero laboraba como eventual en el Ingenio Rosales.
Eventual como casi todos los retoños de los obreros de los años sesentas, època que les tocò vivir en aquel Mèxico industrial en ciernes, donde ejèrcito de desocupados trataban por todos los medios incorporarse en las industrias con la ilusiòn de tomar una plaza de obrero y asì lograr una posiciòn econòmica que les permitiera vivir de una manera màs holgada y segura por el resto de sus dìas, aquello prometìa.
Para tal fin, los casi adolescentes que jugaban a ser hombres se arremolinaban en la "Puerta" de la empresa azucarera durante los tres turnos, esperando una oportunidad de laborar.
Ingresar tenìa dos objetivos muy claros, contaban los dìas trabajados para la promociòn en el logro de una mejor posiciòn cuando se revisaba el historial en la Seccion 106, otro motivo era màs inmediato, tener dinero para gastarlo con su novia el fin de semana. El pueblo tomaba un brillo especial los sàbados ya que le pagaban a los obreros y los domingos habìa con que asistir al Cine Eugenia que estaba contruido de madera y fue el primero y ùnico por mucho tiempo hasta que llegò el Èvora y despuès el Rosales al otro lado de la vìa. Otra parada frecuente eran la refresquerìa Los pinos y Pepsi, disfrutar un raspado o un licuado con Juvencio Hayashi y como cosa especial bailar en el club 20-30 o en el Casino municipal. Sin faltar a una parada en la misa de siete. Todo esto era el ritual dominguero.
De lo anterior se desprende que en este momento estos jovenes no eran sostèn de ningun hogar sino soñadores que buscaban construirse un futuro. Eran aprendices de adultos . De ese grupo era el Tatano y por lo mismo le sobraba tiempo para engrosar las filas de deportistas del billar "El toro manchado" o en el del "Sordo" o ablandaba las bancas de concreto macizo del estadio "Alejandro Torres"que permanecian abarrotadas hubiera o no evento cultural o deportivo.
La apariencia fìsica de el Tatano era poco agraciada, dirìa que hasta desagradable, de estatura mediana, prieto como carbòn de mezquite, nariz aplanada como la de un boxeador barato, que apenas emergìa sobre unos pòmulos abultados y todo lo anterior rematado con una boca grande de labios carnosos discretamente evertidos que se distinguìan del resto de sus rasgos por su color algo menos pronunciado. La complexiòn era gruesa y por aquellos entonces se esbozaba un pequeño abultamiento del vientre.
El aspecto no era lo ùnico feo que lo acompañaba, ademàs sus preferencias, mismas que lo llevaron a ocupar en su momento los primeros lugares de popularidad en aquella pequeña comunidad y, creemelo lo encabezò por meses y hasta pienso que años ¡En el pueblo decìan que le gustaban los varones!
Cosa que realmente no le importaba, las habladas y la carrilla se le resbalaban, al fin era sinverguenza y basta con recordar que el cìnico conoce el precio de la cosas pero ignora el valor de todo.
Cuando escuchaba comentarios chuscos que a su paso hacìan a su persona preferìa cerrar sus ojos azabaches que parecìan pequeños dado lo grande de su cara y enseguida soltaba una sonrisa fàcil y contagiosa, se asomaban unos dientes blancos brillantes.
El cinico era ave de muchos parajes, igual se le miraba sentado en las bancas del billar y en la bardita de la estaciòn del ferrocarril y hurgando entre los furgones estacionados en las vìas alternas que esperaban ser llenados con pacas de bagazo de caña que luego serìan transportados hacia el centro del paìs para alimentar la maquinaria de las fàbricas de papel. Èstos eran imàn para los vagos que abundaban en Costa Rica. En uno de estos conveniò una cita con su pareja.
Los andenes y los carromatos del ferrocarril eran rutina obligada de los municipales que buscaban borrachos, marihuanos y cadàveres que con relativa frecuencia eran abandonados sobre la vìa principal para que el tren los despedazara y asi evadir las investigaciones de posible asesinato.
Pasaban iluminando uno a uno; lo hacìan en las ruedas y hacia los vagones que estaban vacìos, con linternas de mano. En uno de ellos vislumbraron la silueta de dos cuerpos que estaban hasta el fondo.
Allì encontraron al Tatano y a su compañero sexual, era una de esas noches sin luna que parecen alargarse dado el marasmo que produce el intenso calor del verano que en ese momento realmente sofocaba, ¡ahì los encontraron!
Estaban en el hecho cuando los sorprendieron con sus luces los municipales y enseguida lanzaron al unìsono gritos amenazantes
- ¿Què haces allì cabròn?
Este, ante la sorpresa de la fragancia, sonriò ya que se le vieron las hileras de dientes que era lo ùnico que resaltaba en aquella obscuridad. Y haciendo alarde de agilidad de respuesta contestò
-Gracias... que bueno que me alumbraròn- Lo decìa mientras en sus labios continuaba con su sonrisa socarrona. Al mismo tiempo que sus ìndices apuntaban hacia la nuca del homosexual que doblado del torso que se continuaba con el cuerpo del Tatano que permanecìa erguido como si fuera poste de la luz. Enseguida argumentò
-Agradezco que me afocaron, miren, miren donde està este joto cabròn-
Y continuò con el deslinde
- ¡Les doy las gracias que me aluzaron, si se tardan un poquito màs en llegar lo hubiera meado!
La sonrisa burlona que acompañaba su dicho provocò la hilaridad de los policìas que despuès de reponerse de aquella confusiòn contestaron
- Que mear, ni que chingados, bajense de ahì par de cabrones degenerados y van pa' dentro-
Enseguida se colocaron su ropa y ya con las carnes cubiertas bajaron ante la mirada de aquellos hombres de ley e inmediatamente los subieron a la "Perica".
Ya en barandilla recogieron los pormenores del evento, despues de pagar una multa administrativa por faltas a la moral dejaron libre a la pareja. Para esos momentos en la comunidad habìa algarabìa por el suceso, recuerden que pueblo chico, infierno grande.
La noticia cundiò por los confines de Costa Rica, el Tatano se colocò de golpe y porrazo con una popularidad que eclipsò a Don Evaristo, a Pedro Torrecillas, A Manuel el Loco, a la Cotorra y de paso a todos los personajes que polulaban en las calles de tierra de mi pueblo.
Desde ese momento donde irrumpìa su figura grotesca la gente gritaba- -¡Aguas, aguas!
Mientras algùn otro advertìa-
-¡Ahì viene el Tatano, nalgas a la pared!
La respuesta de cìnico era siempre una sonrisa y desde entonces se hizo popular esta letania
-¡Aguas, ahì viene el Tatano, nalgas a la pared!
* Tomado de mi libro "Se va a saber...Dijo Barròn"
Dr. Nicolàs Avilès Gonzàlez
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