La muchedumbre se arremolinaba ante los exhibidores de diversas mercancías, todo era vaivén y bullicio intoxicante, ensordecedor, el motivo, una exposición de libros de cultura, bajé desde mi asiento de platea a la explanada, me fundí entre tanta gente, de pronto ahí estabas, lozana, como si por ti no hubiese pasado el tiempo; el mundo se detuvo, dejo de girar por instantes- ¿Dime que eres tú?- me preguntaste. El reencuentro se daba después de más de cuarenta años; fue suave, sin exabruptos, ni reclamos. A pesar de mi escaso pelo, canas y mi anatomía menos firme, pareció no sorprenderte nada, con frenesí miré los labios que más de alguna vez me hicieron soñar, charlamos sobre tantas cosas que pasamos juntos, reímos, al final nos fundimos en un abrazo fraterno y cuando mi cuerpo otoñal recibía el verano de tu carne ¡Desperté!. Los sueños son eso, posibilidad en la nada. Sin embargo te tuve en mis brazos como la primera vez cuando vivíamos aún la primavera
Dr. Nicolás Avilés Gonzàlez
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