EL ANILLO DE DON ELEAZAR
-Vaya que han cambiado las cosas en eso de los velorios, hijo, antes los velaban en la casa del finado y aunque la gente prefería morirse en casa, a veces esto no sucedía, entonces el cuerpo era traído desde donde estuviera. Cuando la persona fallecía, inmediatamente le colocaban un pañuelo colorado que iba desde la mandíbula hasta la cabeza, esto con objeto de que la boca no le quedara abierta. Mientras esto sucedía, otra persona le mantenía cerrado los ojos hasta que el muerto se enduraba; se hacía para que el gesto no le quedara desagradable al que lo viera. Antes no había servicios funerarios por lo que los velorios se hacían en la casa del muerto.
El arreglo del cadáver, si pertenecía a una dama por supuesto que la preparación le correspondía a una mujer, ya fuera hija, hermana, vecina, madre o abuela. Y consistía en limpiarla con un trapo húmedo y ya seca la cara se la retocaban con polvo de Arroz para que no se notara el pálido que da la muerte, enseguida le pintaban los labios con colorete. La vestían con el mejor ajuar. Luego la colocaban en el catre que estaba siempre en la sala o en el cuarto principal y, ahí permanecia hasta que el carpintero terminaba la caja donde lo depositaban para terminar la velada.
Si el difunto era varón, la cosa era diferente, ya que podía ser asistido por su mujer, sus hijos varones o hembras, la vecina e incluso la comadre; también le colocaban el trapo que parecía torniquete y le cerraban los ojos, luego lo rasuraban, le lavaban la cara y lo vestían con sus mejores "garras", calcetines y zapatos de preferencia nuevos. Más tarde llegaban las rezadoras no se donde e iniciaban con sus letanías que eran más largas que la cuaresma; mismas que provocaban llantos desgarradores de los allegados. Ahora hasta en eso están cambiadas las cosas, ya casi ni llora la gente.
Las flores, el olor a sudor rancio de las gentes y el sebo de las velas hacían un ambiente irrespirable que te daban ganas de vomitar. La tina repleta de hielo que se ponía debajo del catre no podía faltar, ya que dado el sol rencoroso de sinaloa facilmente se descomponía la carne. Allá por la madrugada sacaban platos de menudo caliente, tamales, café, los cigarros y el trago eran obligados para aguantar la velada. Si hijo, ahora ya todo cambio, ahora se hacen en las funerarias, todo es lujoso, las cajas ya no son de pino, son metálicas y muy caras. A los finados los presentan maquillados que parece que ni están muertos, ya no está la tina de hielo porque a los cuerpos les sacan los dentros y las salas están refrigeradas y tan iluminadas como los circos que llegan al pueblo, tampoco apesta a cebo ya que las veladoras son eléctricas. Ya todo cambio de eso no hay duda.
-Todo lo que dices es cierto Padre, lo comprobé hace días que velamos a Don Eleazar Beltrán en la Funeraria "Rosales", ah, por cierto ahí paso algo que me pareció muy desagradable.
-¿Dices que velaron a Eleazar Beltrán, el agiotista de mierda del otro lado de la vía?
-El mismo Apá
-¿Lo mataron?
-No, creo que murió de muerte natural
-¡Vaya, vaya ya no va a fregar gente!
-Oigo como que no era santo de tu devoción
-Desde luego que no y tengo mis razones ¿recuerdas que ese fulano era tacaño, presumido y lamido?
-Pues es la fama que corrió en Costa Rica, decían que prestaba dinero a los productores de caña y que les cobraba intereses caros
-Eso, ah, pues a mi padre le presto una bicoca, pero con los intereses aquello se convirtió en una bola de nieve y mi pobre viejo no pudo pagarle y terminó quedandose con la parcela de tu abuelo.
-¿Así era de langaro?
-Si, pero además de bandido era fayuco y tenia sangre de cochi, a todos nos caía mal y más cuando presumía su anillo de brillantes que nunca se lo quitaba, pensaba que no se le iba a acabar la vida
-¿Lo mostraba mucho?
-Si, hijo, ese hombre era muy volado, olvidó que en la tumba nos emparejamos todos.
-Eso es todo, no hay más verdad de esa, papá
.Ah, ¿dime que fue lo desagradable en ese velorio?
-Pues mire, allá a la media noche el Joaquín se acordó precisamente del anillo de su padre y les preguntó a sus hermanos si alguien lo tenía. Se miraron las caras como preguntándose unos a otros quien se lo había quitado y al final dijeron todos que nadie lo había hecho. Enseguida le llamo a uno de los trabajadores y le dijo que con mucha discreción viera si su padre tenía el anillo blanco en algún dedo de su mano izquierda. Más tarde lo miraron de nuevo y le preguntaron si lo tenía y dijo que si.
Después de confirmar el dato, el Joaquín les preguntó que harían; quitárselo o no. Hubo desincomodo, el Mateo y la Martina pelearon para que se lo dejaran, dijeron que era de su padre y ese había sido su orgullo, que se fuera con el; los otros tres hermanos y el Joaquín decidieron retirarselo. De nuevo llamaron al empleado y le indicaron que les trajera el anillo, se fue, no sin antes decirles que más tarde regresaría con el en la mano.
La noche avanzaba y la gente se empezó retirar, sólo quedamos unos cuantos y, como siempre las platicas eran las de todos los velorios; espantos, tesoros, valentonadas, bribonadas y mitotes del pueblo. Esa noche no podían faltar. Horas después apareció de nuevo el joven y el Joaquín le pidió la joya y le dijo que no había podido sacársela. Don Eleazar había engordado antes de morir y dijo que el anillo estaba encarnado. El Joaquín le preguntó si le había puesto jabón y contestó que hasta manteca y no había podido.
La Martina y el Mateo se metieron y les dijeron que aquello era una señal de Dios, que él quería que su papá se lo llevara al cielo donde seguramente lo esperarían, que se lo dejaran. El Joaquín les contestó que que cielo ni que nada, que sino se acordaban que su papá era muy tragón, agarrado y centavero. Y que además era avariento y soberbio, y les dijo esos no se van al cielo que del barrial no pasaban
-De plano no se lo querían dejar, hijo
-No, luego le dijo tu trailo a como de lugar y el plebe le contestó, pues tengo que mocharle el dedo y el Joaquín de nuevo le dijo tu trailo, cuando escucharon el Mateo y la Martina dijeron que no lo permitiera Dios ya que los muertos que van incompletos no los reciben en el cielo y que por un anillo su papá no iba a perder la gloria. El Marcelo Beltrán dijo al joven, ya oíste al Joaquín tu trailo. No se diga más contestó y se fue. Más tarde me toco ver que se los entregaba limpio, brilloso en las manos del Joaquín
-Pues pa'que son pasiones si al cabo el amor... Dijo Tiburcio Elenes
-Así es papá, Don Eleazar se fue sin su orgullo, sin su dedo y perdió hasta el cielo. No cabe duda que las cosas están cambiadas en esto de los velorios, ahora los muertos no se llevan nada. Aseguró el Venancio Elenes.
Dr. Nicolás Avilés González
:O!!! que grosería! yo no sabía que las personas incompletas no van al cielo! han de ser cuentos, porqe que pasa con toda la gente que se accidenta? o las amputaciones! jajaja en fin! aaah y otra cosa, la gente sigue llorando, pero el llanto depende del aprecio que le tienen al difunto, es mi opinion :) saludoooos!
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