Literario
lunes, 25 de septiembre de 2017
lunes, 18 de septiembre de 2017
El mercado viejo
Aùn estàn de pie algunos de tus viejos locales, pequeños puestos de madera de pino rustico que parecen desafiar al tiempo. En ellos continuan encerrados una diversidad de sonidos y olores que al pasar muchos años y regresar, disparan en mi un torrente de recuerdos.
Ahi estàn los ganchos herrumbrosos donde se exhibian los trozos de carne al aire libre, pedazos expuestos al polvo y a la temperatura quemante de mi tierra desde luego que sin algùn recato sanitario.
Al caminarlo escucho de nuevo el zumbido de las moscas al levantar el vuelo, asustadas por la llegada de algùn cliente madrugador. Moscas que nublaban los establecimientos. Conservo el extraño y desagradable siseo de estos insectos. Veo la alfombra negra de moscas muertas alrededor una cacerola del veneno rojo, tratando el comerciante eliminar aunque sea algunas ya que venian como nubes negras contra la carne.
Abajo siempre, un tropel de perros callejeros mirando hacia los trozos sostenidos en el metal oxidado; quizà envidiando al enjambre de voladoras que si lograban chupar la sangre de los chamorros o esperando la compasiòn del carnicero y que les arrojara un pedazo cualquiera.
Resuena en mis oidos el ruido amenzante que produce el frote del cuchillo contra la chaira de acero en busca de filo para lograr mejores cortes. Este sonido era continuo, intenso como si fuera compulsiòn del tablajero que en afan de matar el tiempo o de cautivar el oido de la mujer de los obreros que a diario hacian las compras por carecer de aparato enfriador para conservarla. Desde las cuatro de la mañana eran desfiles de comenzales buscando llevar el alimento a las mesas de Costa Rica.
Cierro los ojos y viene a mi el colorido abigarrado y fascinante de la diversidad de frutas, verduras que iban del amarillo hasta en verde en sus distintas tonalidades. Muchas de ellas casi frente a mi vista, colgadas en cordeles o en depositos al alcance de mis manos pequeñas cuando niño.
Cierro los ojos y viene a mi el colorido abigarrado y fascinante de la diversidad de frutas, verduras que iban del amarillo hasta en verde en sus distintas tonalidades. Muchas de ellas casi frente a mi vista, colgadas en cordeles o en depositos al alcance de mis manos pequeñas cuando niño.
En estos ixtles colocaban racimos de platanos en diferentes estados de maduraciòn y por lo mismo en varias tonalidades de color, ademàs chiles anchos, hojas de maìz secas para envolver tamales. Todo lo tenia frente a mi, tan cerca estaban que si te acercabas sin precaucion podian lastimar tu vista
Todo era ofertado por comerciante, como unos señores de apellido Leal, Modesto Zambada, Librado Nevarez, Manuel lòpez todos ellos en la variedad de càrnicos. Otros, como Manuel Parra, Beto Paredes en frutas y verduras, Chema Lara, Tulita Elenes, el guero Monarrez Chuy Reyes y Pancho Leal en abarrotes y desde luego muchos que se me escapan de momento.
Aùn rechina en mis oidos la carreta de mulas que estaba a cargo del Goyo Hidalgo y de su compadre Mayo Zambada que desde las primeras horas del dia arrastraban la carne desde el Rastro Municipal hasta los puestos de venta.
El Mercado Viejo sigue sin cambios estructurales, compuesto de tres tiras de locales colocados de manera paralela, contruidos con pino y techo de làmina de cartòn, con pasillo a lado y lado. Las columnas se extienden del oriente hacia el mar y de vecinos tienen al Billar "El Toro Manchado" y al poniente la calle de los camiones y la Refresqueria Espinoza
El piso como el de todo el pueblo y, para no desentonar era barrial puro que en tiempo de secas polvo y en lluvias lodo; Barrial que batiamos los de la comunidad con los pies calzados o otros descalzos y bien parecia champurrado. Sigue de pie esperando que lo derrumbe el tiempo
El Mercado era simplemente espectàcular por sus perros flacos, moscas, el bullicio, la calidez de su gente, sus olores, colores, sonidos todo ello lo hacìan especial ¿Còmo olvidar todo esto?
En los mercados municipales se muestra el rostro del pueblo, las costumbres y el folklore, por supuesto que en este lo habìa a raudales, pero del lado poniente encontrabas de màs, ya que era donde estabàn los puestos al aire libre. En ellos se vendìa gran diversidad de productos entre otros, jugos de naranja, toronja, zanahoria que muchos obreros compraban antes de entrar al Ingenio en el turno de las seis.
Tambien habia mesas con Menudo y ahi de seguro encontrabas "amanecidos" que tras noche larga de juerga llegaban a desayunar.
Tambien habia mesas con Menudo y ahi de seguro encontrabas "amanecidos" que tras noche larga de juerga llegaban a desayunar.
Habìa a la venta pescado, mariscos frescos, atole de pinole, churros, hot cakes, generalmente estos productos los encontrabas en tiempo de frio y, desde luego que no faltaban los merolicos ofertando medicina para las lombrices, para los callos, para el cansancio y otros remedios milagrosos por lo que no cesaban de gritar.
Las ollas de menudo eran enormes y estaban montadas en braceros que las mantenian calientes a base de carbòn de mezquite que ardìa, tanto que si te acercabas mucho recibias las chispas que de repente despide este vegetal carbonizado. El menudo lo servian con caldo y grano o con pata y garra desde luego que eran de diferentes precios, pero eso si, siempre acompañado de chile chiltepin molido, cilantro o yerbabuena al gusto. Allì atendian la Naty del Moreño, Martha Salazar que ademàs de llenarnos la panza hacian su labor social; curar crudos que no eramos pocos.
Otro puesto que adornaba de manera especial la mañana era un local semifijo contiguo al abarrote del Pelòn Monarrez y a las mesas del menudo. Este estaba adornado de garrafas de vidrio que contenian aguas frescas de diversos colores, entre otros horchata que es blanca, jamaica de color rojizo, tamarindo de color cafè, sandia, de color rosado, limòn de color verde o otros que el Popochas Càrdenas anunciaba a los comensales mañaneros de la manera siguiente
-Horchata, elaborada con hielo de Culiacàn y agua de San Josè- remataba con lo siguiente
¿Va a querer agua? lo repetia de manera compulsiva tanto que al final parecìan letanias.
-Horchata, elaborada con hielo de Culiacàn y agua de San Josè- remataba con lo siguiente
¿Va a querer agua? lo repetia de manera compulsiva tanto que al final parecìan letanias.
Las mesas de pescado, los puestos de atole, gorditas, churros, hot cakes, jugos, aguas frescas, menudo y la disposiciòn abigarrada de las mesas, sillas, cables de corriente electrica que muchas de las veces representaba un riesgo de electrocusiòn, focos, gritos, locos, cuerdos, marihuanos, crudos, borrachos, limosneros, trampas que bajaban del tren carguero, obreros en trànsito hacia el Ingenio azucarero, Don Evaristo cobrando impuestos municipales a los venderores, moscas y perros callejeros hacian ùnica e inolvidables esas mañanas.
¡Te extraño mercado de mil colores, mercado de mil olores y mercado mil sabores!
Tomado de mi libro "Se va a saber... Dijo Barròn
¡Te extraño mercado de mil colores, mercado de mil olores y mercado mil sabores!
Tomado de mi libro "Se va a saber... Dijo Barròn
Dr. Nicolàs Avilès Gonzàlez
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