Cenotafios el nuevo rostro de Culiacán
El sentido de vida del delincuente está cimentado en la inmediatez, en la temporalidad, en la acumulación de bienes materiales, no en procesos que invitan a buscarse piel adentro, a la profundidad donde habita el ser que te da el para qué de la existencia. Se la viven en la vacuidad, situación que profundiza el vacío que llevan y que les será difícil llenar (El hombre en busca de sentido -Viktor Frankl). Hueco que buscarán rasar por medio del poder que da la economía. Dada la fatuidad del momento vivimos lo intentaran, aunque será complicado ya que la solución no la tienen en sus manos y, a pesar de que poseen al ícono de nuestros tiempos; el vellocino de oro, no les será fácil conseguirlo. En esta búsqueda hay claras intenciones, como la de ganar presencia social y el sentido de pertenencia.
La trascendencia se logra haciendo cosas positivas para muchos, sino es que para todos "Trascender creando es la manera más generosa de alcanzar el cielo" -Nicolás Avilés González). La creación es una de las maneras de alcanzarlo, ellos las más de las veces destruyen y lo hacen en lo más preciado; la vida de las personas.
Lo que tiene precio como viviendas majestuosas, autos de lujo, joyas y poder, son intrascendentes. Es el espejismo donde se ocultan y desde este reduccionismo consideran que lo tienen todo, aunque su minusvalía arranque desde antes de antes de su nacimiento, ya que por lo general vienen de una historia cargada de violencia intrafamiliar y de una pobreza que duele hasta la médula de los huesos. De esa que produce un gran resentimiento social
La necesidad de reconocimiento y de pertenencia y trascendencia son necesidades universales, es necesario el contacto con el otro para sentirse protegido, escuchado, lo anterior representa un alimento imprescindible para el espíritu y por lo mismo lo buscamos, sólo que de diferente manera. Ellos encuentran en el ilícito el camino para la auto realización, el fortalecimiento del auto concepto.
La validación de su existencia por medio de la violencia los convierte en un desafío constante a la autoridad, al otro, al tejido social que les negó las oportunidades para un sano crecimiento y una oportuna humanización. Su accionar violento es la auto-demostración de que existen, que pertenecen a algo, que no son entes. Con las armas y el dinero logran alimentar su ego minúsculo y, con eso llenan de manera temporal sus necesidades psicológicas más inmediatas. De alguna manera tienen que llenar la modorra de una vida llena de incertidumbre y sin sentido producto de la alienación social. El modelo económico injusto los ha condenado antes del embarazo a más del 70% de los mexicanos.
"A Dios se le quiere o se le teme", quizá este principio sea uno de sus sustentos socio-psicológicos. La dádiva es el mecanismo más usado para que los quieran y, así se convierten en mecenas de las comunidades donde nacieron, en el barrio donde crecieron. Si esto falla, aún queda otro argumento; el terror ejercido con las armas con lo que finalmente terminan socavando la voluntad del otro y es entonces que se cubren con un pseudo manto de magnificencia que nunca abandonarán durante el escaso tiempo que les quede de existencia. Saben que en ésta actividad la vida es corta, pocos han logrado vivir mucho. La excepción a la regla son Don Lalo Fernández (El diario de un narcotraficante de Nacabeba y el Mayo ( Proceso, reimpresión 19-octubre de 2010). El primero murió de edad avanzada y el segundo tiene cuatro décadas operando.Los peligros son muchos, la cárcel, los levantones y la muerte violenta.
Estas personas generalmente accionan bajo la premisa siguiente: "es mejor un día como rey y no una vida como buey", presupuesto que demuestra que no ignoran su destino fatal, que no desconocen el peligro en el que se mueven, sin embargo desafían la realidad con una temeridad que espanta.Para aumentar el auto convencimiento de que no les pasará nada, se hacen acompañar de diversos fetiches tales como amuletos, crucifijos, imágenes de Malverde (Santón sinaloense que protege a los que están fuera de la ley). Según su fantasía este manto les crea invulnerabilidad, incluso la sensación de inmortalidad.
Otro principio motor de su retorcida psique es el sentido de sacrificio que llevan tatuado en cada una de sus células; es una especie de inmolación premeditada, situación que lleva una intención económica; con ella tratan de cimentar certidumbre para sus mujeres e hijos, padres y para un buen funeral que consiste en un reparto generoso de viandas, y tragos para los asistentes, sin faltar la Banda sinaloense que los acompaña hasta la tumba. En este camino no hay regreso.El oro es una justificación poderosa para entrar y conservarse en el submundo del ilícito.
El sicario y el narcotraficante son suicidas, son personas que ya están muertas desde el punto de vista psicológico, sociológico y espiritual. Son una especie de soldados de Dios o un kamikaze, aunque el fin último del sicario y/o el narcotraficante no tiene la connotación mística de los casos anteriores, pero el destino es el mismo; la muerte apresurada. El narcotráfico tiene un ejercito de potenciales suicidas dispuestos a todo. Los bienes materiales son el sol que eclipsa todo ya que no hay contrapesos éticos, ni morales que valgan. Si a lo complejo de la psique del delincuente le sumamos alcohol, tabaco, marihuana, cocaína, metanfetaminas esto los torna doblemente peligrosos.
La finitud de la vida ( Las enseñanzas de Don Juan -Carlos Castaneda) hace que el hombre busque trascender, lo hace con acciones que perduren en la mente de otros, por lo mismo ha buscado a través de la historia la inmortalidad; lo ha intentado con brebajes, conjuros, mediante la piedra filosofal. Otra posibilidad es la oferta de una vida eterna del cristianismo y de las otras religiones monoteístas (El regreso de entre los muertos de Jesucristo -Mateo 28:6). son ejemplos de esa búsqueda de trascender al olvido, a la inmaterialidad. Lo anterior explica la existencia de monumentos a la muerte, ejemplos de esto son los múltiples memoriales que existen en la faz de la tierra, como el monumento a los caídos de las bombas en Hiroshima y Nagasaki, al soldado desconocido que abundan en nuestro país, el Escorial de Madrid, el Taj majal en la India, a las victimas del holocausto en Israel y muchos otros alrededor del mundo que son claros intentos de permanecer.
Los cenotafios en Culiacán son ejemplos de esa necesidad, son intentos de no desaparecer. Estos monumentos buscan impactar las mentes de las personas, ya que morimos cuando el olvido llega en los que viven. Los cenotafios representan eso, para este fin los elaborados con materiales que resisten al paso del tiempo. A muchos de los abatidos en nuestras calles se les coloca uno. Los monumentos a la muerte han proliferado como hongos por todos los puntos cardinales de nuestra ciudad capital, justo donde cayó el cuerpo, de la noche a la mañana se levanta uno. Dado la frecuencia con lo que esto sucede han aparecido tantos que le han cambiado la cara a la ciudad, sí, ahora Culiacán tiene un nuevo rostro; el de la impunidad, el del desorden, el de la ingobernabilidad, el de la muerte, Culiacán está lleno de cenotafios.
Dr. Nicolás Avilés González